lunes, 25 de noviembre de 2013

CADÁVER EXQUISITO VIII

Después del retorno de Eldacar, la sangre de la casa real y de las otras casas de los Dunedain se mezcló aun mas con la de los Hombres menores. Porque muchos de los grandes habían muerto en la Lucha entre Parientes; mientras que Eldacar favorecía a los Hombres del Norte con cuya ayuda había recuperado la corona, y Gondor se repobló con los muchos hombres que venían de Rhovanion. Espero que no sea demasiado grueso y remueva las emorroides de nuevo.No se le ocurrió pensar que de las tinieblas es de donde surgen los horrores de lo desconocido, los seres de las pesadillas, los que atraviesan la barrera de la muerte... De hecho, casi siempre el uso de máscaras tiene que ver con el miedo, aunque por caminos enrevesados, porque, según Roger Callois, "máscara y miedo, máscara y pánico, están constantemente juntos, inextricablemente separados". Piedad para nosotros los que exploramos la frontera de lo irreal. Sí, soy un mito. Un mito muy especial que se crea a sí mismo. Las mejores mentiras sobre mí son las que yo mismo he contado. Mear al aire libre es uno de los placeres del campo que siempre olvidan mencionar los poetas.  La suerte favorece sólo a la mente preparada. La vida es agradable. La muerte es tranquila. Lo malo es la transición. En aquellos años en los que la capacidad de amar no abarca sólo a los dos sexos, si no que lo abarca todo.

Se sentaron en las mecedoras de la galería, bebían cerveza y contemplaban los pinos negros estaba ansioso por poner un bistec en la parrilla. La tarea le resultó más ardua de lo que supuso. Abrió las maletas y colgó su ropa en el pequeño armario. En Boulogne, comenzó el viaje propiamente dicho. Tengo remordimientos por la más ligera contrariedad que pudiese causarte. Perdón, te beso infinitamente. Marcel. Antes que diera el primer paso nadie había visto la sangre que corría por su pierna. Estaba fascinada por lo bello que era su cuerpo, lamí el sudor de sus hombros mientras él devoraba el piercing de mi ombligo. Recordé la canción XXX de Cypress Hill. El pájaro con la espina en el pecho sigue una ley inmutable; algo desconocido le impulsa a empalarse, y muere cantando. Cuando penetra la espina, no siente llegar la muerte; simplemente, canta y canta hasta que no le queda vida para emitir otra nota. El Bear Inn era famoso por sus corbatas, tanto en el ámbito nacional como en el internacional: unas cinco mil según el último recuento. Vitrinas con corbatas cubrían las paredes, cubrían el cielo raso, en cada uno de los salones: corbatas de regimientos militares, clubes deportivos, escuelas, asociaciones británicas, corbatas de todas partes y por todas partes. La colección se había iniciado (se enteró Morse) en 1954 cuando el patrón de entonces invitó a todo cliente a cortar unos ocho o nueve centímetros de su extremo inferior a cambio de un par de jarras de cerveza.

Atravesé un laberinto de pabellones siguiendo las flechas que indicaban «Rayos», hasta que me encontré en una sala de espera en la que sólo había un hombre sentado, con la mirada extraviada y un libro abandonado sobre las rodillas. El peor árbol que existe, para que te crezca en un campito, es una palmera. Y todos los rincones estaban llenos de altas hierbas y hermosas enredaderas, al pie de las cuales vivían muy a gusto los insectos y las lagartijas. ¡Todo el dinero y la vida que uno pueda desear! Las dos cosas que la mayor parte de los seres humanos elegirían… El problema es que los humanos tienen el don de elegir precisamente las cosas que son peores para ellos. ¡Libros! ¡Inteligencia! Hay cosas mucho más importantes, amistad y valentía. No hay ni mal ni bien, sólo hay poder y personas demasiado débiles para buscarlo. Nos vimos obligados a seguir este camino como buenamente pudimos, en fila de uno , y allí estaba yo: las llamas a mi izquierda y el abismo a la mi derecha. Cuando se trata de venganza el demonio esta en los detalles. Todos flotan, Georgie, sí, todos flotan... y cuando tú estés aquí, conmigo... ¡también flotarás!

Existen dos clases de miedo, al menos esa es mi teoría. Miedo televisivo y miedo real. En mi opinión, nos pasamos casi toda la vida sintiendo miedo televisivo, como cuando esperamos los resultados de unos análisis o volvemos de la biblioteca de noche pensando en que hay chorizos acechando entre los arbustos. Esas cosas no nos infunden miedo real, porque sabemos en el fondo del corazón que los análisis habrán salido bien y que no hay chorizos entre los arbustos. ¿Por qué? Porque esas cosas sólo pasan en la tele. Ahí “pastaba” su oveja eléctrica; por más que fuera un sofisticado objeto mecánico, ramoneaba con simulada satisfacción y engañaba al resto de los ocupantes del edificio. Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. ¿Cree usted en el destino, que incluso los poderes del tiempo pueden modificarse por un solo propósito? El hombre más afortunado que pisa esta tierra es aquel que encuentra el amor verdadero. Metió otra vez las balas en la caja de bombones de su madre y la volvió a tapar. El fantasma se puso de pie, y mientras lo hacía sus piernas salían a la luz del sol. El muerto, con su sombrero de fieltro negro, le devolvió la mirada desde la carretera. La calle Treinta y cinco Este se me antojó súbitamente más oscura, más fría, más amenazadora. Todas las residencias parecían misteriosas, como si ocultaran secretos que más valía no indagar. Y sus ventanas semejaban ojos...

Todo aquello que consideramos más importante está siempre demasiado cerca de nuestros sentimientos y deseos más recónditos, como marcas hacia un tesoro que los enemigos ansiaran robarnos. Si quieres saber quien es alguien, mira bien como trata a sus inferiores, no a sus iguales. Hay muchos tipos de valentía. Hay que tener un gran coraje para oponerse a nuestros enemigos, pero hace falta el mismo valor para hacerlo con los amigos. Son nuestras elecciones las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades. - Pórtate bien y puede que cambie de idea. Los corazones son para partirse, y las decisiones para cambiarlas. Es como nos ha hecho Dios.

No deberíamos vernos obligados a saber cosas en las que de ninguna manera podemos influir. Cuando la gente ve fantasmas, siempre se ve primero a sí misma. “Tal vez", pensó, "no existen los buenos y los malos amigos; tal vez sólo hay amigos, gente que nos apoya cuando sufrimos y que nos ayuda a no sentirnos tan solos. Tal vez siempre vale la pena sentir miedo por ellos, y esperanzas, y vivir por ellos. Tal vez también valga la pena morir por ellos, si así debe ser. No hay buenos amigos, no hay malos amigos. Sólo hay personas con las que uno quiere estar, necesita estar; gente que construyó su casa en nuestro corazón. Los caminos llevan a otros caminos", q no se puede iniciar camino mas fantástico q el que se parte del propio umbral y lleva a la acera, pues desde ahí se puede ir... Bueno, a cualquier parte. Lo mismo ocurre con los relatos. Uno lleva al siguiente, y a otro y a otro; tal vez van a la dirección que uno deseaba, pero tal vez no. Quizá a fin de cuentas lo que importa es la voz que narra y no la narración en sí.

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella remota tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Mear y pensar tiene mucho en común —Pensó, mientras salía del coche y se bajaba la cremallera del pantalón—Puedes demorarlo, pero no indefinidamente. Hay algunas cosas que uno no puede compartir sin terminar unidos, y derrumbar un trasto de tres metros y medio era una de esas cosas. No te preconices por el segundo acto hasta que el primero haya acabado. Tener nuevos oídos para una nueva música; nuevos ojos para las cosas mas lejanas; nueva conciencia para verdades hasta ahora muda, y para la voluntad de la economía en gran estilo; hay que conservar las propias fuerzas y el propio entusiasmo; hay que respetarse a si mismo, amarse a si mismo, tener absoluta libertad para consigo mismo... Pues bien; solo los forjados así son mis lectores; mis lectores predestinados, ¿qué me importan los demás? Los demás son simplemente la humanidad. Se debe ser superior a la Humanidad por la fuerza, por el temple, por el desprecio.


A unos pasos de distancia, al empleado de los archivos se le cayó el lápiz al suelo y, soltando un juramento, se agachó a recogerlo. Pero nosotros somos muchos. Dentro de una hora cerraremos el cerco. Dentro de una hora morirá. La oscuridad en que se encontraba era completa, y respiraba con dificultad debajo de aquella capucha. Oyó murmullos y ruidos de personas a su alrededor, y de pronto resonó, apagada y lejana, por entre la tela que le cubría los oídos, la voz de McGinty. La primera conversación telefónica, la que hizo Pelletier, empezó de manera difícil, aunque Espinoza esperaba esa llamada, como si a ambos les costara decirse lo que tarde o temprano iban a tener que decirse. Los veinte minutos iniciales tuvieron un tono trágico en donde la palabra destino se empleó diez veces, y la palabra amistad veinticuatro. El nombre de Liz Norton se pronunció cincuenta veces, nueve de ellas en vano. La palabra París se dijo en siete ocasiones. Madrid, en ocho. La palabra amor se pronunció dos veces, una cada uno. La palabra horror se pronunció en seis ocasiones y la palabra felicidad en una (la empleó Espinoza). La palabra resolución se dijo en doce ocasiones. La palabra solipsismo en siete. La palabra eufemismo en diez. La palabra categoría, en singular y plural, en nueve. La palabra estructuralismo en una (Pelletier). El término literatura norteamericana en tres. La palabra cena y cenamos y desayuno y sándwich en diecinueve. La palabra ojos y manos y cabellera en catorce. Después la conversación se hizo más fluida. Pelletier le contó un chiste en alemán a Espinoza y éste se rió. De hecho, ambos se reían envueltos en las ondas o lo que fuera que unía sus voces y sus oídos a través de los campos oscuros y del viento y de las nieves pirenaicas  y ríos y carreteras solitarias y los respectivos e interminables suburbios que rodeaban Paris y Madrid. 


PARTICIPANTES:
     Laura Fonseca
-       Mauro Vargas
     Arturo Melita Barra
     Esteban Dilo
     Nick Rock Bernet
     Emi Barrionuevo
     Daniela Dibarboure Santana
     Cristina Garcete
     Ultraman Sesenta y tres libros
     Adrián Granatto
     Nati Lou
     Pako Becerril
     Patricia Porta
     Florencia Saade
     Ivanna Torres
     Juan Esteban B.
     Sadie Uribe
     George Valencia
     Caterina Di Candia
     Paola Ruiz
     Evelia Garibay
     Lariita Luna
     Teresa Sofía Tabernig
     Camila Carbel
     Vodevil Cdj
     Seba Karp
     Matías Raña